lunes, febrero 4

Quiero ser tu taza de café


Vivo una vida que no es mía, nunca lo ha sido y es tarde para aceptar que mi vida fue solo tuya. Así como siempre lo seré yo también, así como lo es el café que hago cada mañana antes de despertar a tus sueños para que bajen del cielo y lleven hasta ti esta taza de mí.
Taza llena de mis demonios internos, productos de un pasado tormentoso y de mis neblinas de montaña que suben entre los caracoles de aquellos viejos juegos macabros, de aquel gastado turismo emocional, de venir, comer, rezar, amar, matar. Que solo sirvió para hacerme un ave de fuego experta en reencarnar.
Entre los espejos de una gran sala me llevas de tu mano mostrándome los colores dentro del gris escuchando a Scarlatti, apresurándome a quebrar  la puerta de vitral y saltar hacia ese hipnótico pedazo de amor llamado cielo.
Todavía creo en mirar a los ojos y quedarme prendada de un alma, cosa que me enseñó la luna.
Anhelo ver a las noches desvanecerse entre las tablas de madera de una cabaña abandonada.
Creo en que todo lo que digo, fue colocado en mí al nacer. Que haré cosas sin querer o saber y que no me va a doler... O solo un poco esta vez.
Y por último estoy segura  de que todo lo que digo terminará haciendo que tu digas algo también.